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"Nuestro problema es la inmigración"

  • Erich Martens Ripamonti
  • 9 oct 2016
  • 3 Min. de lectura

Hace un par de días, una chica me hizo un comentario que me parece pertinente transcribir aquí. Ella dijo: “el problema de mis abuelos fue la guerra, de mis padres la dictadura. Hoy, nuestro problema es la inmigración”.


El comentario surgió a raíz de una conversación respecto a la crisis que aún se deja sentir en España. Ya han pasado diez años desde que la economía española registrará, en 2006, un 3,9 % de crecimiento, quedando como el nivel más alto alcanzado desde el año 2000 (elmundo.es, 2007). Nada hacía presumir que en 2008, como consecuencia directa de la crisis económica global, el país entraría en una recesión que recién ahora pareciera llegar a su fin (El Huffington Post/EP, 2016).

Uno de las peores consecuencias ha sido el desempleo, el cual se ubique al 19 % al cierre del presente año. De acuerdo a los expertos, para el 2018 habrá descendido solo un 2,3 %, dejándolo por encima del 15 %.

Mientras conversábamos del desempleo que afectaba particularmente a la juventud española, el tema de la inmigración salió a la luz. Según me decía esta chica, el problema como tal no era que los inmigrantes trabajan, sino que eran las condiciones en las que tienen que trabajar. En muchas ocasiones, la falta de capital personal para subsistir no deja muchas opciones al momento de negociar un sueldo, permitiendo que varios sectores reduzcan las remuneraciones y a cambio obtienen mano de obra de fácil acceso.

Nacionales Vs. Inmigrantes

"La crisis económica ha transformado el panorama de la migración". Son estas las palabras que el International Migration Outlook 2014 usó para referirse a los cambios migratorios de los 34 estados miembros de la OCDE, resaltando que, en España, aunque el desempleo de nacionales ya había aumentado 17 puntos, el de inmigrantes aumentó 26 puntos porcentuales, dejando a este último grupo como uno de los más golpeado por la crisis.

Cerca de un 55 % de inmigrantes tiene un salario por debajo de la media española, y conforman un colectivo que es muy vulnerable a perder su empleo. Esto en parte debido a la condición temporal de sus trabajos, el nivel bajo de capital humano, así como el hecho de trabajar en áreas que se encuentran expuestas en tiempos de recesión. Hacía finales del 2010, llevando dos años de crisis, la tasa de desempleo de los trabajadores extranjeros se situaba en el 29,3 %, frente al 18 % de los trabajadores españoles (cincodias.com, 2016).

En los últimos años, España y Europa en general han sido sede de uno de los mayores movimientos migratorios del siglo. A finales de la última década, los inmigrantes empezaron a representar el 15 % de mano de obra en España, tuvieron un papel importante en lo que ha sido el “rejuvenecimiento” de un país con una población envejecida, y ocuparon puestos de trabajo de alta demanda que históricamente no han sido apetecidos por los nacionales, cuya tendencia a optar por puestos laborales que exigen mayor cualificación deja con déficit los trabajos que no requieren de la misma (Sara de la Rica, 2010).

Es posible que en tiempos de crisis, el estado de malestar general haga sentir la necesidad de buscar en los foráneos a los responsables. Sin embargo, se trata de un grupo dentro del cual la mayoría vive con menos de la media nacional, laborando en áreas que tradicionalmente tienen alta demanda de mano de obra y no son apetecidos por la población nativa. Nuestro problema no son los inmigrantes, el problema de los inmigrantes es nuestro problema.

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