No es cosa de niños
- Gemma Quevedo
- 16 dic 2016
- 2 Min. de lectura

«Un argentino de 13 años que sufría acoso escolar se mata de un tiro en la cabeza». «Un niño de siete años es hospitalizado tras recibir una paliza de tres compañeros». «La policía detiene en Alicante a cuatro menores por acosar a una compañera». Esto son tan solo tres titulares de menores que han sufrido acoso escolar en las escuelas en el último mes de noviembre. Niños que estando en educación primaria o como mucho en educación secundaria han sufrido bullying, hasta el punto de que la única salida sea acabar hospitalizados o peor aún, muertos debido a las presiones constantes.
Agresiones físicas y psicológicas, rechazo social, amenazas e insultos tanto en la escuela como a través de las redes sociales son solo algunas de las humillaciones a la que tienen que hacer frente los menores víctimas de bullying. Ahora, ir a la escuela ha pasado a ser un quebradero de cabeza incesante para algunos estudiantes. Según un informe de Save the Children, el 9,3% de los estudiantes han sufrido acoso tradicional en los dos últimos meses. Asimismo, la organización británica contra el acoso juvenil `Beat Bullying´ señala que en la Unión Europea, el acoso y maltrato por bullying lo sufren alrededor de 24 millones de niños y jóvenes al año. Lo que me pregunto yo es en qué estamos fallando como sociedad. Cómo menores de 13 años pueden sentir tanto odio y repulsión hacia otros niños hasta el punto de cometer semejantees atrocidades.
Quizá la mayor parte de la culpabilidad viene de las escuelas y los profesores. Ese buen maestro que tanto nos educa, nos enseña o nos riñe cuando hacemos algo mal. Ese maestro debe estar al tanto del más mínimo detalle que ocurre en la escuela. Los niños no solo acuden a clase para aprender, también salen al patio en la hora del recreo y, en algunos casos, se quedan en el comedor. Ahí, en esos dos lugares, es donde más se necesita la supervisión de un profesor que los vigile, ya que debido a la ausencia de este es cuando más casos de acoso escolar se producen. Sin embargo, no nos olvidemos de la familia. Ese sustento que tiene el deber de asumir un papel primordial las 24 horas del día, los siete días de la semana, durante 365 días al año. Padres, madres, abuelos, hermanos. Todos ellos deben observar el día a día del menor para así percibir cualquier inquietud o preocupación presente en él. Prestarle atención y dedicarle una mínima parte de tu tiempo.
Un niño puede sobrevivir al maltrato físico y psicológico. Sin embargo, no somos conscientes o no queremos serlo de las posibles secuelas que se quedan de por vida en el menor.
Olvidémonos, si es necesario, del cafecito de las 11.00 en la hora del recreo. Hagamos un esfuerzo por prestar más atención a aquellos alumnos que lo precisen. Generemos más confianza en los niños para que el día de mañana puedan expresarse y contarnos absolutamente todo. Dejemos de mirar hacia otro lado como si el problema no dependiera de nosotros. No nos excusemos con un «no te preocupes, solo están jugando». Dejemos de quitarle importancia porque, evidentemente, esto no es «cosa de niños».
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