top of page

Reapropiarnos de lo que nos hace daño

  • Divina Carbonell
  • 15 dic 2016
  • 3 Min. de lectura

¿Puede ser que en algún momento de su vida, una persona se planteé reapropiarse el término con el que se le ha discriminado toda la vida?

En determinados colectivos, los términos despectivos que se utilizan para ridiculizar o intentar desacreditar son adoptados por sus propios integrantes como forma de empoderamiento. En mi caso, como activista feminista, soy testigo de cómo el movimiento feminista ha logrado reapropiarse del término “feminazi”. Es una palabra que aunque sigue generando malestar desde círculos externos, se utiliza entre compañeras con connotaciones de cariño y de cachondeo. En el caso del colectivo LGTB, el término “marica” o “bollera” ha servido para, lejos de avergonzarse, empoderar y reafirma la identidad y la sexualidad de muchas personas.


Me pregunto si en el colectivo de las personas discapacitadas ocurre o puede ocurrir lo mismo. Vi en Shameless algo que me hizo reflexionar sobre esta cuestión. En la tercera temporada, después de que a su nieto recién nacido le diagnostiquen Síndrome de Down, Sheila entra en contacto con el activismo anticapacitista (un tipo de activismo que lucha contra la discriminación y los prejuicios sociales de las personas con alguna discapacidad). En los dos o tres capítulos que le siguen a este hecho, en una reunión a las que acude, se discute sobre el mejor término para designar al colectivo. Uno de los activistas reivindica la posibilidad de autodenominarse “retrasado” para redefenir el concepto.


Realmente, las palabras en sí están vacías de significado, el sentido peyorativo se lo otorga la sociedad. Esto me hace pensar en que no se trata de huir de lo que eres, sino de que lo que eres deje de ser un insulto para la sociedad. Por ejemplo, no se trata de prohibir la expresión “eres una nenaza”, sino que ser una nenaza deje de ser un insulto. Ser una nena está estrechamente ligado a una característica femenina, por lo que su utilización como un insulto tiene un origen intrínsecamente misógino y patriarcal. Pero esto no es tan fácil como parece, ya que está en juego la sensibilidad y la dignidad de muchas personas estigmatizadas.


Si acudimos a la RAE, “retrasado” significa “dicho de una persona que no tiene el desarrollo mental corriente”. Es obvio que este término es claramente peyorativo y hiere sensibilidades cuando está dirigido a personas con Síndrome de Down.

Hace unos días, en una conferencia que se dio en la UJI uno de los portavoces del CERMI, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad, dijo de manera muy explícita que el término “diversidad funcional” que se está fomentando desde las carreras de integración es totalmente incorrecto y ofensivo. Expresó que es un término academicista que se utiliza para tapar la discapacidad y lo equiparó a la absurdidad de la expresión “diversidad cromática” para designar a las personas de raza negra. Él, como persona con discapacidad, no se siente representado bajo esa etiqueta. Explicó que los periodistas nos complicamos demasiado la vida y que la manera más adecuada era referirse como “persona con discapacidad”.


Ahora bien, ¿están de acuerdo todas las personas del colectivo con esta terminología? Si volvemos a recurrir a la RAE, el término discapacitado también puede llevar asociado un significado peyorativo, ya que se dice de "una persona que padece una disminución física, sensorial o psíquica que la incapacita total o parcial para el trabajo o para otras tareas ordinarias de la vida".

El término diversidad funcional implica eliminar de raíz esta discriminación en el lenguaje ya que no hace de menos a la persona que la tiene, simplemente matiza que funciona de una forma diferente. Pero puede dar lugar a confusión al basarse en conceptos muy relativos. ¿Qué es lo normal y lo no normal? Cualquier cosa que se salga de la normatividad impuesta ya podría considerarse como diversidad funcional. ¿Yo podría considerarme diversa funcional por peinarme de forma diferente al resto? ¿No sería una etiqueta demasiado amplia haciendo que se perdiera la identidad de colectivo?


De la otra manera, con la reapropiación del término “retrasado”, ¿se podría llegar a redefenir el concepto despojándole del significado negativo y utilizarse así como forma de empoderamiento? ¿O se caería en el riesgo de estigmatizar todavía más a este colectivo?

Es una posibilidad que suscita mucho debate pero que no deja de ser interesante plantearla. ¿Si en otros colectivos ha funcionado, por qué en este no?

 
 
 

Comentarios


Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page