Heridas que no dejan de sangrar
- Ana García
- 24 nov 2016
- 3 Min. de lectura

Otra joven asesinada por su pareja, una más. Esta última degollada hace escasas horas en Fuenlabrada (Madrid), tras una simple discusión que le ha costado la vida. Una vida que ya forma parte de la lista negra de víctimas por maltrato machista.
Cada día hay más mujeres víctimas de la violencia de género, una violencia que por desgracia no cesa. Mujeres maltratadas y/o que mueren, sin reparo en edades, a manos de sus cónyuges, parejas o ex parejas, dando lugar así, a una de las violaciones a los Derechos Humanos más extendida, pero aún demasiado silenciada de la actualidad.
Durante bastante tiempo, la consideración social ante esta violación fue que había que sufrirse en privado, y todo y que algunas sí que denunciaban sus experiencias, apenas recibían una resolución empática. Pero en pleno siglo XXI, y desde hace décadas, la situación ha cambiado. En la actualidad, este fragelo social se repudia a través de los organismos de defensa de los derechos humanos, al mismo tiempo que adquiere preocupación por parte de las autoridades, relevancia dentro de la agenda europea y activa participación e interlocución de las asociaciones de mujeres. Pese a ello, ¿qué sigue pasando a nivel social?
A día de hoy, aún está presente en la sociedad el convencimiento por parte del hombre de su superioridad y primacía sobre la figura femenina. Ya son muchas las tareas pendientes, muchos los casos de mujeres atormentadas por este rol de dominación masculina y aún así, la mayoría no presentan denuncia por ello. Y todo por el miedo al qué pasará después.
Pero, ¿cuáles son los primeros síntomas de esta lacra? Una de las formas más novedosas, en especial para las más jóvenes, está siendo el acoso cibernético, pues, la utilización de las plataformas sociales se ha convertido en la mejor arma del agresor para controlar, y a posteriori, insultar o amenazar. Una de cada cuatro jóvenes confiesa que su pareja o ex pareja la controla hasta el punto de fiscalizar con quién habla. Y el 33% de las jóvenes, entre 15 y 29 años de edad, ya considera aceptable que su pareja la controle, así lo refleja el informe "Percepción social de la violencia de género en la adolescencia y la juventud", elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) por encargo del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, para conocer cómo estas perciben la violencia de género. Basado en una encuesta a 2.500 jóvenes, el estudio aporta un resultado un tanto preocupante, pues, permite conocer cómo la tolerancia ante la violencia psicológica de control está aumentando significativamente en los últimos años entre las más jóvenes del territorio nacional.
Sin embargo, “el control es un antecedente a la violencia de género”, así lo confirma la psicóloga castellonense Verónica Casañ –especializada en Psicología Clínica, con experiencia profesional en el campo de la Psicología Jurídica. Así pues, esta violencia de control influye al mismo tiempo en la anticipación de “otras tipologías de maltrato más tardías en aparecer pero al mismo tiempo más graves, como puede ser la violencia física o sexual”, y que, como indican los resultados extraídos de la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer (2015), el 12’5% de las féminas de edad superior a los 16 años afirma haber sufrido en algún momento de su vida - un aumento de un 1’6% respecto a la anterior encuesta, realizada en el año 2011.
Muchas veces no se identifica el control como violencia, decir lo que se puede y no hacer, así como impedir ciertas habitudes cotidianas que la persona tenía, se ve como una muestra de amor, cuando en realidad es la primera alarma de la violencia. En el caso de P.M – anónima entrevistada- el control que sufrió por su pareja sentimental cuando era una “ignorante adolescente ante lo que estaba sucediendo”, le ha conllevado diferentes problemáticas en sus próximas relaciones. “Era un acoso diario, no podía relacionarme con mis amistades como cualquier otra chica de mi edad”, así lo afirma escasos años después la joven. “No podía separarme del móvil”, y “las amenazas se convirtieron en algo demasiado habitual, pero tenía miedo a contarlo”.
El reclamo de que no se produzcan más muertes como resultado de los mandatos culturales así como legales establecidos durante siglos anteriores es un debate que sigue abierto a día de hoy. Ojalá la situación cambie pronto, o que por lo menos, todas las víctimas hablen y denuncien. Y poco a poco, se ponga fin a una de las lacras más importantes de este siglo: la violencia de género, que ya posiciona a la Comunidad Valenciana como la cuarta autonomía del país con mayor tasa de víctimas, tal y como reflejan las estadísticas del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género.
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