“No estamos castigadas por ser mujeres, sino por ser madres”
- Sara Martí
- 13 dic 2016
- 5 Min. de lectura
El mayor reto de las abogadas españolas es conciliar su vida laboral y familiar

María Ascensión Chirivella, Victoria Kent, Concepción Venero o María Belén del Valle son solo algunos de los nombres de mujeres pioneras en la justicia española. En un mundo tradicionalmente masculino, ellas empezaron a escribir las leyes en femenino.
Carmen Caballero, nombre ficticio para preservar su intimidad, se colegió en el año 1995 como abogada. Desde entonces, ha seguido la estela de sus predecesoras en el camino hacia el éxito. “Las mujeres hemos tomado las riendas de la justicia. Hemos invadido los juzgados”, sentencia Carmen.
Según el Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte, un 65% de los alumnos de Ciencias Sociales y Jurídicas son de sexo femenino. Además, las cifras registradas en el Consejo General de la Abogacía Española demuestran que las mujeres suponen el 60% de las nuevas afiliaciones y representan casi la mitad de los profesionales, en concreto, un 48% del total. “Durante la carrera había más compañeras que compañeros en el aula”, recuerda Marta León, abogada asociada del bufete García-Petit de Castellón de la Plana.
El informe La Mujer Directiva en España, publicado por Isotés, una plataforma creada para conseguir que al menos el 30% de las mujeres alcancen puestos directivos antes de 2020, revela que ellas obtienen resultados académicos excelentes y que finalizan los programas oficiales de postgrado en número superior a los hombres. “Las mujeres somos más eficientes, organizadas, trabajadoras e, incluso, a veces, más listas”, concluye Carmen.
Estos datos positivos chocan con la realidad cuando las egresadas se encuentran en el mundo laboral. La Mujer Directiva en España refleja también que, a pesar de que el 45% del mercado laboral español es femenino, la presencia de las mujeres solo constituye el 10% en los equipos directivos. Apenas una escasa minoría consigue romper el techo de cristal. Este conjunto de barreras invisibles impiden que las mujeres capacitadas para alcanzar puestos de poder los consigan, tal y como explica la psicóloga social Sonia Agut, autora del artículo Factores que dificultan el acceso de las mujeres a puestos de responsabilidad.
“Pobre xiqueta, se la van a comer”. Esta es una de las frases que más escucha Carmen cuando llega con sus clientes a los juzgados. De esta manera, siente como, sobre todo, los hombres, intentan sobreprotegerla, aunque sea ella la encargada de defenderlos ante el tribunal. Esta actitud es más común de lo que podría parecer. La abogada insiste en que son los estereotipos de género los que incitan a este tipo de comportamiento.
La psicóloga Sonia Agut define los estereotipos de género como un conjunto de ideas y creencias acerca de cómo se espera que se comporten los hombres y las mujeres. “Los estereotipos sustentan la discriminación”, afirma Agut. Además, la psicóloga entiende la educación como el camino para acabar con ellos: “Se nos debe educar partiendo de que todos somos iguales y que todos podemos actuar de la misma forma”.
Debido a los estereotipos de género se espera que quien lidere tenga rasgos masculinos. “Los hombres han de ser ambiciosos, agresivos y con una personalidad fuerte. Rasgos que se asocian al liderazgo. Por el contrario, las mujeres tenemos que demostrar más que los hombres debido a la vigencia de los estereotipos de género”, explica Carmen. Ella lo tiene muy claro: “Al final, si una mujer quiere conseguir un puesto de poder, tiene que acomodarse al modelo masculino”.
Detrás de los escritorios de los grandes despachos de abogados hay más corbatas que zapatos de tacón. El techo de cristal es el problema, romperlo es el objetivo. En los bufetes, la plantilla está compuesta en gran medida por mujeres. Sin embargo, la alta dirección está dominada por hombres.
Solo el 13 % de los socios de los despachos, 132 frente a 876, son abogadas, según un sondeo realizado por Expansión en los 25 principales bufetes del país. Cuando se trata de mujeres dirigiendo un gran despacho, la cifra es aún menor. El mismo sondeo señala que solo hay tres sociedades dirigidas por mujeres y las tres son empresas internacionales: KPMG Abogados con María José Aguiló, DLA Pipper con Pilar Menor y Jones Day con Mercedes Fernández.
Otro de los problemas a los que tienen que hacer frente las abogadas españolas para romper el techo de cristal es el de la brecha salarial. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que las mujeres españolas cobran un 17% menos que los hombres. Natalia Vázquez-Álvarez, econometrista y experta en salarios de la OIT, denuncia que las mujeres para cobrar lo que un hombre en el mismo puesto de trabajo han de estar más preparadas. “Si nos fijamos en el capital humano, lo que objetivamente mide la productividad de una persona en el mercado laboral, las mujeres deberían cobrar un 2% más que los hombres”, añade Vázquez-Álvarez.
En la cultura española, la figura de la mujer ha sido la de ama de casa al cuidado del hogar y de la familia. La de mantener la casa a flote a cambio de abandonar su trabajo. Carmen lamenta esta situación: “No estamos castigadas por ser mujeres, estamos castigadas por ser madres, por darle continuidad a la sociedad. Y eso es muy triste”. Las mujeres que quieren progresar en sus carreras profesionales se ven obligadas a dejar la maternidad a un lado. “Para llegar a un determinado nivel profesional no puedes tener hijos”, continúa Carmen. Los grandes despachos de abogados exigen profesionales dispuestos a renunciar a un horario fijo, algo que las mujeres con hijos no pueden permitirse. “Yo no tengo hijos”, sentencia la letrada.
La crisis económica actual ha avivado el problema de la conciliación laboral y familiar. Los despachos de abogados piden más horas de trabajo a sus profesionales. Frente a esta situación de desigualdad, las abogadas proponen medidas paliativas: “Igual que hemos conseguido que la notoriedad profesional sea cosa de mujeres, la vida familiar tiene que ser también faena de los hombres”, sugiere Rosa María Vidal, directora del Departamento de Derecho Público de Broseta Abogados y última presidenta del Consejo de Administración de Radiotelevisió Valenciana (RTVV). Por su parte, Marta León plantea la eliminación de la idea de que las mujeres prioricen su familia al trabajo: “Nosotras pedimos bajas o días libres si nuestros hijos lo necesitan; mientras que los hombres tienen horarios ilimitados para ejercer su trabajo”. Del mismo modo, Carmen se queja de las constantes críticas a su vida personal por dedicarse íntegramente a su trabajo: “Mi valor como persona no depende de si estoy casada o de si tengo hijos. Es mi decisión dedicarle todo mi tiempo a mi carrera profesional”.
En busca de equilibrar esta situación de desigualdad surge la llamada discriminación positiva. Algunas de las medidas tomadas para evitar esta situación son subvenciones que favorecen la contratación de mujeres en puestos directivos; contribuciones económicas para la investigación y desarrollo de los estudios de mujer; o la aprobación de la Ley Integral contra la Violencia de Género. “La administración pública tiene que velar por estos derechos. Se debe evitar que una mujer sea despedida si está embarazada y que cuando sufra acoso sexual se tomen medidas adecuadas. Si todo esto se resolviera llegaríamos a la igualdad”, aclara Sonia Agut.
No obstante, en la práctica, la discriminación positiva no tiene tan buena acogida como se pretende entre todas las abogadas. “Lo considero un mal absolutamente imprescindible hasta que se logre la igualdad real entre hombres y mujeres”, admite Rosa María Vidal. En general, la razón principal de este parecer viene motivada por la convicción de que la igualdad no se consigue desde las leyes, sino todo lo contrario. Carmen se posiciona en contra de esta política de igualdad: «Las personas tienen que llegar a donde tienen que llegar por sus propios méritos, no por su sexo».
La lucha de Carmen en los tribunales cumplirá 22 años dentro de un par de meses. Como ella, otras muchas abogadas se esfuerzan por romper el techo de cristal, llegar a la cima y mantenerse en pie. Carmen no pierde la esperanza y anima a sus colegas de profesión a seguir adelante: “Con ganas de luchar y trabajar se puede llegar a cualquier sitio. Hay que ponerse retos, pero no límites”. La justicia española se escribe una vez más en femenino.
Comments